Resiliencia. Existen factores que facilitan o dificultan la superación de la adversidad

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Una infancia infeliz no conduce necesariamente a toda una vida desdichada, ni una infancia feliz a un desarrollo saludable

Desde el modelo mecánico, el término resiliencia hace referencia a la resistencia y adaptabilidad de los materiales cuando son sometidos a ciertas fuerzas. A su vez, el material puede poseer una potencial capacidad o energía de recuperación tal que, el objeto puede no ser deformado a pesar de las presiones a las que ha sido sometido.

La resiliencia en el ámbito de la psicología refiere la capacidad de los seres humanos para soportar y resistir eventos adversos, junto con la superación de los mismos.

Desde un punto de vista antropológico, el traslado de este término al ámbito psicológico, no se califica como excelentemente bueno. ¿Cuál es la intensidad total que una fuerza puede alcanzar hasta deformar el objeto? Cuando la fuerza sobrepasa determinados límites, el objeto se deforma, explota e incluso puede ser destruido. En el ámbito de la persona, ¿Cuándo y porqué llega esa destrucción o incapacidad de superación?, ¿qué diferencia a unas personas de otras?

Un dato importante y a tener en cuenta es que no todas las personas poseen la misma capacidad de enfrentar conflictos. Mientras unos parecen salir airosos y con una experiencia de superación y maduración personal, otros quedan estancados en la adversidad o cronicidad patológica surgida. Atender todos los factores que permiten la consolidación de una persona capaz de superar o no las dificultades, es introducirse en un campo carente de límites.

En la actualidad, cada vez es más común exponer la resiliencia como esa capacidad intrínseca que permite la superación pero sin embargo, no suelen exponerse aquellos múltiples factores condicionantes de la consecución o no del objetivo.

En el proceso de recuperación de la persona han de distinguirse diferentes dimensiones. Los factores cognitivos del individuo son de vital importancia.

¿Qué tipo de elaboración cognitiva tiene el sujeto?
¿En que lugar sitúa su “locus de control”?
¿Es una persona reflexiva o impulsiva?
¿Cual es la elaboración afectiva que hace de la adversidad?
¿Cuáles fueron sus estilos de apego durante su infancia?
¿Qué umbral de sensibilidad al sufrimiento posee?

La persona es un ser contextual. El individuo vive inevitablemente en un entorno, y por tanto los factores psicosociales o variables contextuales condicionan e influyen en la persona.

¿Tiene el individuo una red de apoyo válida?
¿Consta de habilidades sociales o cooperativas?

Cuando encontramos a una persona poco resiliente, el principal factor a estudiar será su entorno familiar. Además, es necesario conocer que la procedencia de familias desestructuradas, los traumas vividos, la escolarización deficiente o los estados de ansiedad crónicos, entre otros muchos aspectos, son considerados factores negativos que van a implicar la disminución de resistencia de la resiliencia humana.

Por otra parte, el establecimiento de un vínculo adecuado, una correcta autoestima, el buen humor, el optimismo e incluso la espiritualidad, son factores positivos que necesariamente van a facilitar y permitir el fortalecimiento de la propia persona.

Sin embargo, una infancia infeliz no conduce necesariamente a toda una vida infeliz, y una infancia feliz no lleva necesariamente siempre a un desarrollo saludable. Es decir, independientemente de la existencia de factores externos que puedan dañar a la persona o dificultar su proceso de superación, existe la capacidad personal de abordar y sobreponerse a los padecimientos cuando se ponen en marcha mecanismos adecuados. En palabras del Dr. Boris Cyrulnik, psiquiatra y etólogo francés: "la felicidad existe únicamente en la representación mental, por lo tanto es siempre fruto de la elaboración. Es algo a trabajar. Y ella se construye en el encuentro con el otro".

Aquilino Polaino, Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense, en su ponencia, Resiliencia, tenacidad y fractura, expuesta en la I Jornada de Antropología y Psicología Clínica realizada en la Universidad CEU San Pablo el pasado 15 de Marzo de 2013, destacó las creencias como factor positivo de gran influencia y en sus propias palabras afirma: “en muchos trastornos psicopatológicos, cuando una persona es coherente con lo que cree, el 30 % de su enfermedad ya ha sido superada”.

¿Es posible un comportamiento resiliente sin fortaleza?
 
 La palabra fortaleza proviene del latín “fortis” + eza, que significa cualidad, estado. Se trata de “la virtud que invita o enardece el apetito irascible, o que se irrita fácilmente, influyendo en la voluntad para que la persona no desista o renuncie en conseguir el bien arduo o difícil, ni siquiera por el máximo peligro”. En un sentido aristotélico, la fortaleza es un hábito moral que incluye dos aspectos: firmeza y estabilidad. No se trata sólo de resistir el impacto, sino en alcanzar un bien.

La fortaleza no se agota en resistir, sino en colocar y conseguir metas “sometidas a la recta razón”, y conservando el bien, porque este mismo puede desaparecer y convertirse en mal. Se trata de la capacidad de respuesta para hacer siempre algún bien, permanecer en él aun cuando los problemas y dificultades se presenten.

Por ello, fortaleza y resiliencia son dos aspectos que han de ir relacionados también en el ámbito de la psicoterapia.

“La persona es un ser para otro y si centra ahí su ser, gana en libertad y fortaleza”.

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