Autocrítica: Cuando prima la sensación de no ser suficientemente bueno
La autocrítica es un concepto que funge como espada de Damocles. Si se blande adecuadamente puede ayudarnos a mejorar como personas pero si asume su aspecto más negativo puede ser devastador, sobre todo en el ámbito de las relaciones interpersonales. Me refiere a la autocrítica que no es constructiva sino aquella que nos dice continuamente que “no somos suficientemente buenos”.
Cualquier tipo de autocrítica basada en la idea de que no somos suficientemente buenos es totalmente contraproducente y suele provocar graves daños a las relaciones interpersonales y de pareja. ¿Por qué?
En primer lugar, esta creencia se convierte en una excusa para evitar los conflictos. La idea de que no somos suficientemente buenos simplemente se convierte en una forma de evadir las responsabilidades, evitar centrarnos en el conflicto y, por ende, jamás se hallará una solución para el mismo. Asumir que no somos la persona indicada es una opción sencilla y rápida pero realmente no soluciona nada sino que contribuye a mantener las cosas en su estado actual.
Por otra parte, asumir esta forma de autocrítica negativa no nos permite cambiar y aprender de los errores. Es una suerte de creencia pesimista que afirma: “soy malo e inadecuado y no puedo hacer nada para cambiarlo”. Obviamente, en una relación de pareja asumir esta actitud puede ser altamente perjudicial ya que esto presupone que la otra persona será quien deba asumir todo el esfuerzo de adecuarse a nuestras peculiaridades.
Finalmente, este tipo de autocrítica propicia el desarrollo de una autoestima muy baja ya que no asumimos que no somos buenos en una tarea específica sino que pensamos que, como personas, no somos adecuados. Existe una diferencia sutil pero trascendental entre reconocer que no somos suficientemente buenos para jugar al football o hacer manualidades y afirmar que “no somos personas suficientemente buenas”. En el primer caso estamos reconociendo una debilidad que podría potencialmente ser subsanada, en el segundo caso asumimos una actitud derrotista donde nos calificamos como una persona no merecedora de la estima de los otros.
¿Qué hacer?
El primer gran paso es percatarse de los momentos en los cuales nos asaltan estos pensamientos y analizar qué situación dio lugar a los mismos. Entonces deberemos reprogramar nuestro discurso afirmando: “debemos esforzarnos más para mejorar en este aspecto de nuestra vida”.
Existen pequeños pasos que ayudan a cambiar:
- Escuchar lo que las otras personas tienen que decir sobre nosotros. Usualmente nos sorprenderíamos si escuchásemos verdaderamente las opiniones de las personas que nos quieren y conocen bien.
- Ventilar las emociones y compartir lo que sentimos con las personas más cercanas a nosotros de forma que estas puedan comprendernos y ayudarnos a cambiar.
- Insertarse en las conversaciones y dar nuestra opinión. Nuestro criterio es importante y a veces puede marcar la diferencia.
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